Igual que cuando te cortas y duele o te operan y te hacen puntos, duele aún más y la cicatriz queda. Así mismo se vive y se padece el proceso posterior a un aborto luego de un tratamiento de reproducción asistida. Algunas cicatrizan mejor que otras, más rápido y mejor, otras como yo, a paso lento.
Sanar heridas es difícil sobretodo cuando son del corazón, llorar y desahogarme cuando siento la necesidad me ha hecho mucho bien. Al principio no podía evitar llorar cada vez que algo de "bebe" estuviera a mi alrededor ya sea en temas de conversación, fotos, ropa, tiendas, embarazadas o bebes por la calle, amigas que buscan bebe, o que ya quedaron, comerciales de tv.. De manera espontánea se me aguaban los ojos, era como sal y limón para la herida, era como si quedara otra vez en carne viva. Eso me sucedía de manera constante y cuando pensaba que ya estaba saliendo del pozo, retomando mi vida, saliendo de la cama algo de esto aparecía y me hundía nuevamente.
Esa manía que tenemos las mujeres de compararnos con otras me estaba matando, pensaba en esas injusticias de la vida que son difíciles de entender. Las que no quieren ser madres o por lo menos no estaba en sus planes, quedan embarazas una y hasta dos veces sin querer y en el momento de la noticia se convierte en una tragedia y yo digo "como es la vida no? unas por que no quieren, otras por que no podemos. Dios le da pan al que no tiene dientes. Sentía envidia, rabia con la vida, conmigo misma, al mismo tiempo alegría por la nueva vida y frustración. Sentimientos que me acompañan desde el momento en que supe que ser mamá de manera natural era imposible.